Tiempo estimado de lectura: 10 minutos
Hace un par de días cogí un vuelo de vuelta a Barcelona y esperando a que despegara pude entrever como una mujer sentada delante de mí ojeaba un magazine que Vueling ofrecía entre el catálogo de comida a precio de oro y la bolsita de vomitar. Se paró unos segundos en un artículo de Yorokobu aparentemente feminista por su título e ilustración, no es habitual encontrar algo así en medios generalistas por lo que mi curiosidad, junto con el cabreo de leer las primeras páginas de Fidel Castro: Patria y Muerte (donde tardaban menos de 8 líneas en llamarlo dictador), me empujaron a leerlo y analizarlo desde una cierta desconfianza. Parece que no me equivocaba y al llegar decidí reproducirlo añadiendo algunos apuntes que me suscitaba al leerlo.
Por qué muchos hombres no hablan de la discriminación de la mujer en el trabajo
Por Gonzalo Toca
Muchos [cuantifica muchos ¿parece razonable decir la absoluta mayoría, no?] hombres guardan silencio cuando llega el momento de discutir o denunciar si sus compañeras están siendo discriminadas [¿las discrimina un ente abstracto o son jefes, legisladores e incluso los mismos compañeros HOMBRES?], si les pagan menos o si las tratan con condescendencia por el mero hecho de ser mujeres. Se equivocan, pero es perfectamente normal que se equivoquen [normal en términos estadísticos sí, como hemos dicho serán la mayoría, pero en ningún caso normalidad como aceptable]. Hay que discutirlo con ellos; no despreciarlos [un hombre usando imperativos hacia mujeres sobre cómo DEBEN tratar a los hombres (pensaba que el artículo trataba sobre la injusticia que sufren las mujeres, no los hombres)].
Los hombres, igual que
ellas, tenemos una costumbre adquirida [es adquirida, o inculcada si quieres, pero tampoco en este caso el
artífice es indefinido, la socialización donde tiene lugar esa adquisición de
valores machistas se da desde la familia, los medios de comunicación, las series, las películas, las canciones, la publicidad, la escuela, etc.] desde que somos niños:
sentimos que hay cosas, temas y hasta tonos que afectan exclusivamente a las
mujeres y otros que nos afectan exclusivamente a nosotros. Existe un muro
invisible de silencio, realidad —y a
veces egoísmo insolidario [callar ante una injusticia de la que te beneficias no creo que pueda dejar de ser egoísta e insolidario nunca]— entre los sexos [se puede concretar
más, no es entre sexos, es de los hombres hacia las mujeres]. Por eso, muchos
hombres, cuando leen o escuchan la expresión ‘discriminación por sexo’ [machismo se llama], asumen que eso es algo que o sólo les
ocurre a sus compañeras o sólo lo perpetran un puñado de marginados, dinosaurios
y mediocres que no saben competir [acuérdate, Gonzalo, que el machismo no
es cuestión de competencia laboral y productividad] con quien les supera. No es machismo, se dicen, es
envidia.
Motivo l: no identifican el machismo
Como ellos no se sienten
ni incompetentes, ni envidiosos ni dinosaurios (estas expresiones delatan que sí están dispuestos a discriminar aunque
sólo sea por edad) [joder, que manga
ancha tiene con el sexo y qué poca con la edad], creen que la cosa no va con ellos.
Olvidan una triste realidad: la sociedad [con “la sociedad” se refiere a todo el que no sea feminista (es decir, que luche contra esa opresión), y el que no es feminista es machista, la neutralidad no es una opción; ergo son L@S MACHISTAS quien] tolera y a veces alienta que muchas mujeres escuchen comentarios sexuales [¿qué porcentaje de dichos comentarios
salen de boca de mujeres? #JustSaying] fuera de lugar en la oficina, que sientan
miedo e inseguridad al asumir determinados retos y pedir aumentos salariales y
que cobren menos que los hombres por desempeñar el mismo trabajo [o lo que es lo mismo, que los hombres cobren más por
desempeñar el mismo trabajo; el privilegio es la otra cara de la
discriminación, es un juego de suma cero].
Los estudios muestran
que cuando la productividad es difícil de calcular (por ejemplo, en el sector
servicios), las empresas y los jefes asumen que una mujer es menos productiva y
valiosa que un hombre. ¿Es necesario que ataquen a nuestras parejas, madres o
hijas para romper nuestro muro de silencio?
Otro motivo por el que
muchos hombres se callan es que albergan dudas sobre los argumentos de una minoría
de feministas vociferantes y extremas [¿ha dicho feminazi? Gracias Gonzalo por conocer el verdadero
feminismo y dirimir quién forma parte del buen feminismo y quién del malo] y porque temen que estas los acusen de machistas o
acabar una discusión con gritos e insultos.
Motivo ll: miedo a las feminazis
Al igual que muchas
mujeres [la igualdad llega con el análisis de “la
sociedad” y concluir que lo del patriarcado es un cuento chino], no creen que la sociedad sea simple [las feministas sí creemos que lo sea, al parecer] y rotundamente patriarcal, que los hombres —dentro
y fuera de las empresas— las vean siempre
[si no es SIEMPRE y “HASTA EN LOS MÁS MÍNIMOS DETALLES” no
supone un problema] con superioridad, condescendencia y como
objetos, que todos los varones y muchas mujeres sean fundamentalmente machistas
hasta en los más mínimos detalles y que eso les quite a los hombres cualquier
derecho a hablar del bienestar que desearían para las mujeres [la opresión no viene dada, la ejerce y legitima un sexo sobre el otro, no hables del, lucha por el bienestar que desearías]. Así es como
muchos varones y algunas mujeres menores de 45 años han empezado a depositar cualquier argumento feminista en el baúl de
las locuras apocalípticas [al lado del cajón de
las locuras utópicas como el marxismo].
Estos hombres olvidan un
punto fundamental: el hembrismo no es lo mismo que el feminismo [BIEN], el feminismo no es lo mismo que ser
mujer [BF, SEGÚN SE MIRE] y no hablar de lo que
creemos que es bueno para las mujeres sin tenerlas en cuenta (es decir, como
déspotas ilustrados) no es lo mismo que no animarlas a ser mejores después de
escucharlas [NO SÉ A QUÉ MIERDA SE
REFIERE CON SER MEJORES (COMO SI FUERA LA IMPERFECCIÓN DE ELLAS EL PROBLEMA)
PERO NO PINTA BIEN]. Muchas feministas y mujeres que no lo son agradecen esto último y reclaman puramente la igualdad [¿"las mujeres que no lo son", es decir, las machistas también “reclaman puramente la igualdad”?] y se sienten ofendidas
cuando escuchan desprecios contra los varones por el mero hecho de ser varones.
Es verdad que a veces los ofenden porque les hiere su indolencia y que ellas también deberían mostrarse más
comprensivas [ya está
aflorando el verdadero problema, las mujeres oprimen a los hombres al no tolerar
que los hombres las opriman].
Es justo y peligroso
Otro motivo por el que
muchos hombres guardan silencio es que sienten que exteriorizar preocupaciones
por la discriminación de la mujer en la oficina es inútil, peligroso, inadecuado o forma parte del
típico comportamiento de un colectivo [no sé de qué colectivo habla pero tiene que ser uno ajeno
a los hombres por lo que dice, tampoco esto pinta bien] que presume de lo que, en el fondo, seguro que carece.
Motivo lll: legitimar la opresión con tu silencio provoca el mismo resultado que mostrar tolerancia cero, y no solo eso, sino que a la postre acabarán sufriendo ellos la discriminación (aunque infinitamente menor que las mujeres, callen éstas o no) y callan también porque no hacerlo es típico del colectivo ese raruno al que no quieren parecerse
Lo ven inútil porque una
empresa machista no va a cambiar porque ellos se opongan. Lo ven peligroso
porque no sólo no va a cambiar, sino que
pueden sufrir las consecuencias de denunciar lo que nadie quiere oír. Lo
ven inadecuado porque no tiene sentido hablar de política en el trabajo y el
feminismo y la igualdad, creen ellos, son política. Y lo ven un ejercicio de postureo porque asumen que las
expresiones ‘estamos embarazados’, ‘todos y todas’ o ‘como padre, me encanta
cambiar los pañales de mis hijos’ no van acompañadas de hechos como pedir un
permiso de paternidad en condiciones o una jornada reducida e intensiva. Es,
según ellos, pura hipocresía a la moda [el patriarcado no existe pero las empresas son machistas (como si fueran
un actor independiente y ajeno a todo, una manzana podrida que no afecta al
resto) y la lucha feminista es una moda (algo rara, porque el machismo, aunque ampliamente
extendido, no constituye una moda, pero esta lucha minoritaria de la que Gonzalo saca a las
feminazis haciéndola más minoritaria si cabe, sí lo es)].
El último argumento por
el que muchos hombres no hablan de la discriminación de las mujeres en el
trabajo es que asumen que la discriminación salarial es algo que las mujeres
tienen que aceptar cuando deciden
ser madres y dedicarse más a su familia que a la oficina. Les parece un trato
justo para los hombres y las mujeres que renuncian a tener familia o que optan
por pasar cada vez más tiempo en la oficina y cada vez menos en el hogar. En el
fondo, afirman, todo es cuestión de implicación y productividad. Cuanto más te implicas y más productivo
eres, más cobras y más te tienen en cuenta. [Pues al final se ha olvidado de que el machismo no es cuestión de productividad
y competencia laboral. No entramos en la doble jornada laboral y demás porque
no salimos de ahí, pero menudo hilo del que tirar].
Motivo lV: No identifican el machismo (¿otra vez?)
La realidad, sin embargo,
es que un estudio de la Reserva Federal de San Luis muestra que las madres que
ocupan durante años empleos estables, flexibles, cualificados y donde la
productividad es fácil de determinar como el de las profesoras e investigadoras
universitarias son, a largo plazo, más
productivas que las que no tienen hijos aunque lo sean menos cuando estos
son muy pequeños. [No solo se le ha
olvidado, sino que afronta la competencia laboral como disputa entre la MUJER
con hijos y la MUJER sin hijos (los hombres no tienen de eso, según parece)].
Deberíamos pensar que la
desigualdad salarial entre hombres y mujeres tiene que ver (y mucho) con la
calidad de nuestros empleos, la temporalidad y la capacidad de medir nuestra
verdadera productividad frente a los prejuicios machistas. También tendríamos
que recordar que las mujeres cualificadas no sólo comparten más tareas
familiares con los hombres sino que, cuando no lo hacen, disponen normalmente
de un servicio doméstico. Decir que todas o la mayoría de las mujeres cobran
menos porque prefieren cobrar menos es falso [¿Tú también te has dado cuenta, no Sherlock?].
Los motivos por los que
muchos hombres callan ante la discriminación de la mujer en el trabajo, como
decíamos, son razonables [¡Menuda sorpresa! cuando al principio
decía “normal” no se refería a estadísticamente sino a lógico, aceptable y
congruente]. En vez de ningunearlos [pobres hombres, la verdadera victima
del machismo], deberíamos darles la importancia que merecen,
discutirlos y refutarlos. No podemos combatir el desprecio y la ignorancia
sobre las capacidades y la dignidad de la
mujer [tampoco se le ve mucha voluntad] despreciando e
ignorando la capacidad de millones de
hombres para guardar silencio. [La dignidad de LA MUJER (sea una, dos o un trillón suena a pocas) < la capacidad de MILLONES DE HOMBRES (al principio eran solo “muchos”, no sabía cuantificarlo porque hacían
algo malo, ahora que son víctimas del desprecio son millones, a saber cuántos...)].
En suma, muchos hombres no hablan de la
discriminación de la mujer en el trabajo porque no la ven, ya que como Ramón de
Campoamor escribió "en el mundo traidor no hay verdad ni mentira, todo es
según el color del cristal con que se mira" y si el color es machista
dicha discriminación resulta invisible. Eso explicaría porque le temen al
feminismo, porque pretende acabar con el sistema de privilegios sobre el que se
sustentan, y luchan contra él criminalizándolo (feminazis) y ridiculizándolo (moda). Más allá de lo
escrito por Gonzalo Toca, hay que estar bien alerta con todo intento de
enmarcar un conflicto como es en este caso el de género, especialmente si se trata de uno con apariencia
progresista pues no erraba Marx al sostener que "nuestra tarea es la crítica
despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos
abiertos".
0 comentarios:
Publicar un comentario